La detective de Bow Street Georgina Jenkins solo sabe tres cosas acerca del hombre que rescató del Támesis cuando estaba a punto de ahogarse: su nombre, el hecho de que ha perdido la memoria y la seguridad de que tiene serios problemas. Georgina, la única mujer detective de Londres, sigue dos reglas de oro: garantizar que se haga justicia y no dejarse llevar nunca por las emociones. Es incapaz de dar la espalda a nadie que solicite su ayuda, así que no tiene más remedio que resolver el misterio que rodea al atractivo desconocido afectado de amnesia. No obstante, cuantas más cosas averigua acerca de él, más convencida está de que pertenece al mundo de la nobleza, un estrato social que le ha causado mucho dolor a lo largo de su vida.
No recuerda nada de sí mismo salvo el nombre grabado en el medallón que le cuelga del pecho. Pero lo que Leo sí sabe es una cosa: está en peligro. Cuando abre los ojos y contempla a su salvadora, queda cautivado, y se atreve a rogarle que mantenga en secreto su presencia. Ella acepta a regañadientes, y la atracción que siente hacia la mujer que lo mantiene a salvo crece por momentos.
Georgie y Leo no pueden evitar la mutua y gran atracción que comparten, pero también son conscientes de que nada puede salir de ella hasta que el muy honorable Leo averigüe si está comprometido con otra. No obstante, teme que cuando recupere la memoria, llegue a la conclusión de que hubiera sido mejor no hacerlo. Y es que eso solo podría traer consigo ponerse a sí mismo en constante peligro, y también a todas las personas a las que ama, un peligro contra el que ni siquiera Georgie sería capaz de luchar. Y menos cuando sepa toda la verdad.
¿Acaso el amor entre dos personas que no tienen derecho a estar juntas puede ser capaz de superar el honor, el orgullo y, lo que es más importante, el pasado?