Standaard Boekhandel gebruikt cookies en gelijkaardige technologieën om de website goed te laten werken en je een betere surfervaring te bezorgen.
Hieronder kan je kiezen welke cookies je wilt inschakelen:
Standaard Boekhandel gebruikt cookies en gelijkaardige technologieën om de website goed te laten werken en je een betere surfervaring te bezorgen.
We gebruiken cookies om:
De website vlot te laten werken, de beveiliging te verbeteren en fraude te voorkomen
Inzicht te krijgen in het gebruik van de website, om zo de inhoud en functionaliteiten ervan te verbeteren
Je op externe platformen de meest relevante advertenties te kunnen tonen
Je cookievoorkeuren
Standaard Boekhandel gebruikt cookies en gelijkaardige technologieën om de website goed te laten werken en je een betere surfervaring te bezorgen.
Hieronder kan je kiezen welke cookies je wilt inschakelen:
Technische en functionele cookies
Deze cookies zijn essentieel om de website goed te laten functioneren, en laten je toe om bijvoorbeeld in te loggen. Je kan deze cookies niet uitschakelen.
Analytische cookies
Deze cookies verzamelen anonieme informatie over het gebruik van onze website. Op die manier kunnen we de website beter afstemmen op de behoeften van de gebruikers.
Marketingcookies
Deze cookies delen je gedrag op onze website met externe partijen, zodat je op externe platformen relevantere advertenties van Standaard Boekhandel te zien krijgt.
Je kan maximaal 250 producten tegelijk aan je winkelmandje toevoegen. Verwijdere enkele producten uit je winkelmandje, of splits je bestelling op in meerdere bestellingen.
«Baluchistán», «Beluchistán», «el Beluchistán», elijan ustedes, no había sido más que un eco lejano del Gran Juego entre rusos y británicos, poco más que una ilusión óptica en uno de esos mapas militares del siglo xix pegados en tela. Es un topónimo rotundo, sonoro y, sobre todo, evocador, aunque el procesador de textos insiste en subrayarlo siempre en rojo.
Un proverbio pastún dice que Dios no encontró páramo más inhóspito ni periferia más remota para arrojar los escombros de la creación. En cuanto a la ciencia, geólogos norteamericanos lo catalogaron como «lo más parecido a Marte sobre la Tierra»; de hecho, uno busca «Baluchistán» en Ebay y casi todo son piedras: axinitas, brucitas, tremolitas, fluoritas… Pero también es oro, uranio, petróleo y gas, mucho gas, lo que se esconde bajo las sandalias de este pueblo (más de quince millones de personas) atrapado justo donde chocan las fronteras de Irán, Pakistán y Afganistán.
Hay que hacer un pequeño esfuerzo para entender todo esto: uno ha de dirigir su mente hacia Oriente y pensar en aquello como un naufragio del que nadie informó. Sobrevivieron camelleros y taxistas, estudiantes, profesoras y peluqueros, escritoras, guerrilleros, refugiados, nómadas e incluso aristócratas. Sus historias coinciden en que empiezan, o acaban, en uno de los lugares más desconocidos del planeta.
SOBRE EL AUTOR
A Karlos Zurutuza (Donostia, 1971) le habría gustado embarcarse en Nantucket, pero sus pies le llevaban siempre hacia el este, generalmente por los lodazales y polvazales más periféricos. Los kurdos o los baluches, el colectivo LGTBI iraquí, los mandeos en Irán, los mingrelios atrapados en la gran zanja del Cáucaso… Son ya dos décadas contando historias por las que nadie apuesta pero que, contra todo pronóstico, ha conseguido publicar en las cabeceras más grandes (The Guardian, The Independent, Al Jazeera, Politico…). No es tanto el ir como el poder volver al lugar donde se escribe la cara B de la historia. Eso dice siempre.
Es autor de "Tierra adentro. Vida y muerte en la ruta libia hacia Europa" (Libros del K.O., 2018) y, junto a David Meseguer, de Respirando fuego. En las entrañas de la lucha kurda por la supervivencia (Península, 2019).