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Un narrador dispuesto a enfrentarse a persecuciones e incendios, dispuesto a sumergirse en las profundidades del mar o a rebuscar en las estrellas, y todo porque tiene que llevar un mensaje en clave. ¿Logrará su objetivo? y, aún más importante, ¿entenderán su mensaje los destinatarios finales? Nicolai Troshinsky despliega en este libro un sinfín de códigos con aire retro con la (difícil) misión de llegar al corazón del que yace al otro lado. Todo aquello que aparece en el libro, sean textos o imágenes, nace (y crece) a partir de los símbolos y las letras disponibles en los primeros ordenadores, nada más. A partir de esta limitación autoimpuesta, el mensajero crea un libro con una estética muy marcada y un concepto que le permite ir introduciendo un exhaustivo catálogo de lenguajes, códigos y alfabetos, como el semáforo de banderas, el alfabeto morse o el alfabeto fonético de la OTAN. Un libro con el que jugar, experimentar y reflexionar. Un libro para disfrutar, que en su ejecución final se propone al lector como un objeto misterioso, un diskette, salido de un pasado que, aun siendo reciente, nos suena a épocas remotas, a un pasado que desapareció, envuelto en una nube de progreso.