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En las paredes y aristas de las Tres Cimas de Lavaredo se escribe la historia de la escalada desde hace más de cien años. Desde la primera ascensión a la Pared Norte de la Cima Piccola en 1890, por el mítico Sepp Innerkofler, la escalada se convirtió en un fin en sí misma. Desde entonces en estas espectaculares paredes dolomíticas se nos ofrecen, una y otra vez, actividades cada vez más increíbles.Pero las Tres Cimas son mucho más que una zona de escalada mundialmente famosa: son toda una leyenda. Los mejores escaladores han ido dejando a través del tiempo sus huellas en las Tres Cimas, demostrando sus sobresalientes habilidades para la escalada: Paul Preuss y Hans Dülfer antes de la primera guerra mundial, en los años treinta Emilio Comici, los hermanos Dimai, Ricardo Cassin, y también los muniqueses Hintermeier y Meindl. Después de la segunda guerra mundial llegaron escaladores punteros de todo el mundo, para abrir las más impresionantes líneas en las paredes de las Cimas. Hoy en día en las Tres Cimas se escala en libre hasta lo más difícil. Así, los hermanos Coubal, Christoph Hainz, Mauro Bole -Bubu- o Alexander Huber han demostrado con actividades sobresalientes que la escalada más extrema en las Cimas no ha perdido nada de su fascinación. Para Alexander Huber, uno de los más destacados escaladores de la actualidad, las Tres Cimas de Lavaredo son un lugar especial. En el año 2002, se apuntó una ascensión en solo integral de la antaño temida -Direttissima- a la Cima Grande. Escaló la -Hasse/Brandler- (VIII+ o 7a+/7b) en solitario, sin ningún medio de ayuda artificial ni aseguramiento. Es de suponer que el actual tope de dificultad, -Bellavista- (en punto rojo XI- o 8c+), de Alexander Huber, represente para muchos escaladores punteros un desafío para superar, una vez más, la última frontera de dificultad. La leyenda está viva y la escalada seguirá evolucionando en las paredes de las Tres Cimas. Y es que siempre existen dimensiones todavía más inimaginables.