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¿Se sirvió el Dios cristiano ûya hegemónico en el siglo IVû de un empe rador nacido en Hipania y afincado en Constantinopla para afirmar en e l orbe conocido la fe verdadera trinitaria? ¿O bien fue el emperador s egoviano quien, desde el extremo oriental del Imperio, se sirvió de la una fe única en un único Dios trinitario para consolidar la unidad de su Imperio, a ejemplo de su predecesor Constantino? Esta biografía d el emperador Teodosio es también, y sobre todo, un inmenso tapiz en el que bulle la efervescencia del Imperio romano en el último tercio del siglo IV de nuestra era. Descomunales personajes diseminados por el e spacio mediterráneo de los cuales ûbajo el bisturí impasible del histo riadorû uno puede deslindar hasta qué punto fueron héroes y santos o b ien meros usurpadores y estrategas: obispos como Ambrosio de Milán, Dá maso de Roma, Cirilo de Jerusalén, Demófilo y Nectario de Constantinop la, Petros de Alejandría, Gregorio de Nacianzo; usurpadores como Máxim o y Eugenio; paganos y cristianos herejes de todo pelaje y distinta gr andeza: apolinaristas, eunomianos, homoiusianos, maniqueos, priscilian istas; bárbaros del Este presionados por el hambre y las guerras y fin almente asimilados a los ejércitos imperiales: godos, alanos, hunosà ¿Y a todo esto, en qué consiste la grandeza de Teodosio? Fueron muchos los temas en los que Teodosio siguió de cerca los pasos de sus predec esores. Lo novedoso en su gobierno parece situarse en la capacidad de servirse del cristianismo, que se había convertido en una potencia soc ial de primer orden, para afirmar su poder.