A tientas y fragmentariamente, cada soneto es una descarga de fulgor o de sombra, una discontinuidad del conocimiento que busca su unidad a ráfagas, a sacudidas lúcidas y a veces dolientes. Porque el hombre es esencialmente Tiempo, y la poesía se presta mejor que la prosa, por su carácter fragmentario, a expresar la temporalidad del existir humano, su Estar dinámico en un espacio y tiempo construidos y vividos intermitentemente hasta la muerte. Ferreras huye de la tramposa comodidad del Ser, con mayúsculas, de la solidificación de un espíritu que no duda, temeroso de la imperfección y lo concreto. Él no cree en el destino, en la determinación, en las definiciones últimas y axiomáticas ni en fines prediseñados. La vida es un Estar evasivo al razonamiento, un aquí y ahora sin asideros.
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