Hubo un tiempo glorioso en que Irlanda era conocida como la Isla de los Santos. En los siglos VI al VIII, tras la conversión de los irlandeses al cristianismo, se produjo una explosión de fe, fervor y santidad. Sus efectos no se limitaron a la propia Irlanda, sino que dieron como frutos la evangelización por santos monjes irlandeses de Inglaterra, Escocia, Gales y buena parte del continente europeo.
Entre aquella multitud de santos destaca San Columba, patrono a la vez de Irlanda y Escocia. De sangre real, impulsiva y orgullosa, Columba dejó su tierra para hacer penitencia por sus pecados y convertir a los pictos, el temible pueblo bárbaro y pagano que poblaba la actual Escocia.
Asombrosamente, un puñado de pobres monjes contemplativos convirtió a un país entero, sin más armas que su oración, su trabajo, su pobreza y su fe. Desde el monasterio que fundaron en la pequeña isla de Iona, Columba y sus hermanos marcharon en todas las direcciones a anunciar a Jesucristo y cambiaron la historia.
Este libro, ameno y fácil de leer, descubre un mundo desconocido para los lectores actuales, en que la fe era recia, los milagros frecuentes y la presencia de Dios casi se podía tocar.
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