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Estos relatos nacen de la oración de su autor ante la cruz, siguiendo la misma lógica que le llevó a escribir El Belén que puso Dios. Aquel Niño con el que jugábamos en el portal va a morir en una Cruz y es preciso acompañarle. Los actores de esta tragedia son muy diferentes, no hay pastores ni estrellas, ni coros de ángeles cantores. Hay, sí, un borrico; y está María Santísima, siempre joven y hermosa, pero bañada en lágrimas.Estos relatos nacen de la oración de su autor ante la cruz, siguiendo la misma lógica que le llevó a escribir El Belén que puso Dios. Aquel Niño con el que jugábamos en el portal va a morir en una Cruz y es preciso acompañarle. Los actores de esta tragedia son muy diferentes, no hay pastores ni estrellas, ni coros de ángeles cantores. Hay, sí, un borrico; y está María Santísima, siempre joven y hermosa, pero bañada en lágrimas. Entre los demás personajes hay de todo: buenos y malos. Amigos de Jesús, como María Magdalena, los apóstoles, Simón de Cirene o José de Arimatea, y enemigos que buscan su desaparición de este mundo: Caifás, Judas, Pilato, Barrabás... No ha resultado fácil prestarles la pluma para que también ellos relaten algo de la historia tal como la vieron. Como colofón adecuado, se incluyen al final unos comentarios al Adoro te Devote, conocido himno eucarístico atribuido a santo Tomás de Aquino. Jesús, en la Eucaristía, rompe las barreras del espacio y del tiempo y vuelve a trasladarnos al Gólgota.