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Cada poema de Gelman es un tejido orgánico donde el último verso ilumina al primero, y el primero le confiere su densidad al último. En él sólo ocasionalmente hay mensajes, las afirmaciones que unen la esperanza y la desesperanza, pero sí se multiplican las señales, las frases inconclusas, los silencios a modo de síntesis y una larga conversación consigo mismo, donde el hipócrita lector es su hermano pero no su cómplice. Èl, al que podría llamársele en algunos textos 'biógrafo de las alegorías', es un narrador austero y entrecortado, y es también un indagador metafísico, ('¿Tanto dolor que no se entiende es como/ tanto amor sin entender?/'), un evocador de trayectorias que nacieron epitafios, y de epitafios que profetizaron vidas como 'sueños derrotados', un poeta ferozmente político, un poeta del amor como la ecología del mundo, un seguidor del parto inacabable de las tradiciones, un 'dilapidador de Dios', ese poder absoluto armado de limitaciones, un seleccionador de fragmentos del diálogo entre el alma corpórea y el cuerpo espiritual.