El libro analiza los orígenes kantianos de la filosofía de Ortega desde su etapa inicial hasta las más tardías. Ortega descubre la filosofía de Kant cuando era un estudiante universitario, en Bilbao y Madrid, a través de los pocos trabajos sobre Kant y las traducciones de sus obras que entonces existían en España. Tras una primera lectura, y tras descubrir la filosofía germana, decide ampliar sus conocimientos en Alemania. Este viaje está influido también por las circunstancias de la España de la época: la degeneración intelectual y espiritual del país, la aversión por la ciencia y el desprecio por las ideas. En la filosofía alemana, especialmente en la de Kant, permanece la identidad de la filosofía y su carácter científico. Ortega estudió a Kant en Leipzig, Berlín y Marburgo, con grandes especialistas en su pensamiento como Wundt, Simmel, Riehl, Cohen y Natorp. Sin embargo, la ciudad más importante para él no fue ni Leipzig ni Berlín, sino la gótica Marburgo, situada en las orillas del río Lahn, a la que denomina en sus memorias «fuerte neokantiano» y «ciudadela neokantiana», recordando la filosofía que imperaba en su universidad. El hermetismo de la escuela kantiana marburguesa tenía para Ortega una doble vertiente: era, al mismo tiempo, tanto «su hogar y el aire con el que respiraba» como una «cárcel», era, en definitiva, «una adquisición eterna que había que conservar para poder ser otra cosa más allá».
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