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Tres fueron las grandes polémicas que, al servicio de la fe de la Iglesia, sostuvo san Agustín desde casi el mismo momento de su conversión: contra los maniqueos, contra los donatistas y contra los pelagianos. Todas dejaron su contribución específica al pensamiento teológico del Santo, pero la mantenida contra los discípulos de Manés merece atención aparte por las circunstancias especiales que concurren en ella. Basta considerar estos tres datos: que fue la primera; que Agustín había sido miembro de la secta, y que lo había sido durante largos años de su juventud. Lo que significa que Agustín debe en gran medida al maniqueísmo su formación intelectual y moral; por otra parte, que su oposición a él tiene la garantía que le aporta su conocimiento desde dentro. Así, estos escritos agustinianos son una fuente de inapreciable valor para el conocimiento de dicha religión gnóstica y para el del mismo Agustín: de su historia personal, de su capacidad y fuerza dialéctica y de su pensamiento.