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La Constitución de los Estados Unidos es uno de los documentos más venerados de la política de ese país. Sin embargo, se trata de un documento que, de manera rutinaria, coloca en la Casa Blanca a candidatos que no obtuvieron una mayoría de la votación popular; que da al presidente el poder de derrotar a ambas cámaras del Congreso cuando se trata de proyectos de ley que ve con desagrado; y que otorga a este funcionario poderes de emergencia que podrían ser más propios de una monarquía que de una democracia. Asimismo, se trata de un documento que impone al pueblo una carga excesivamente pesada para su modificación. En Nuestra Constitución antidemocrática, Levinson ofrece un análisis profundo de estas y otras cláusulas inicuas de aquel texto tan venerado, y muestra cómo muchos de sus artículos promueven un gobierno injusto e ineficiente. El libro desafía con convicción y coraje al pueblo estadounidense a emprender una discusión tan necesaria como largamente postergada acerca de la reforma de ese documento casi sagrado. Su autor formula la convocatoria motivado por un fin seguramente compartido por muchos de sus conciudadanos: el de adecuar el documento a valores democráticos estimados centrales.