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«Ya cumplidos los treinta años, todo cambio es un símbolo detestable del pasaje del tiempo.» Dos hombres y una mujer, hermanos ya adultos, son convocados por su anciano padre para acudir al hospital donde agoniza su madre. La reunión familiar ante el lecho de muerte -son los últimos años de una dictadura light que ha visto crecer a una generación amargada y descreída- despierta en el primogénito una serie de recuerdos que lo trasladan a la frontera de la orfandad y el autoengaño. Las grietas del dolor y del miedo, los sentimientos de desvalidez y soledad provocan un giro en la memoria del narrador, que cede la palabra a las confesiones y a los sueños de su madre, sumergiéndose en el imperio de la infancia y en las aventuras de una radiante adolescencia y juventud que evocan una Mitteleuropa ya perdida cuyos ecos contrastan con la grisura del presente. Como contrapunto a las voces del hijo y de la madre, en cada capítulo -orlado por el luto a modo de esquela mortuoria- aparecen citas de los autores que conforman la íntima biblioteca de Babel de un escritor húngaro que se siente cosmopolita y un punto decadente: el incesante y vasto aleph borgiano se entrecruza con la melancolía de Chéjov y la circunspección de Handke o Bernhard; las iluminaciones de Rimbaud y Lautréamont conviven con la mirada de Camus, Tolstói o Cocteau. Irrespetuoso con la estructura clásica de la novela, Péter Esterházy -maestro del disfraz, la ironía, el humor negro y la ternura- compone un réquiem sobre la trágica erosión de los años. Los verbos auxiliares del corazón son la gramática de una afección. Las emociones y los conflictos en las relaciones entre una madre y su hijo se elevan a la categoría de mito literario. Péter Esterházy (Budapest, 1950-2016). Estudió Matemáticas y ejerció durante cuatro años en un instituto de investigación. Entendido en soledades, ángeles y mujeres desde su juventud, tras sus primeras publicaciones siempre trabajó como escritor independiente. Descendiente de los príncipes Esterházy -una de las familias nobles más relevantes de Centroeuropa-, hace años que está considerado como el maestro indiscutible de las letras húngaras. Entre sus novelas destacan Carreteros (1983), Pequeña pornografía húngara (1984; Alfaguara 1992), El libro de Hrabal (1990) y El vistazo de la condesa Hahn-Hahn (1991). Desde 1993 fue miembro de la Academia Alemana de la Lengua y Literatura, y en 1996 recibió el Premio Kossuth, máxima distinción cultural de su país. Sus últimos años vivió en Budapest, donde colaboró con la prensa periódica y en revistas literarias. Entusiasta y diletante, aspiraba a convertirse en the man for all seasons o, al menos, en un respetable gigoló de la tercera edad como su admirado Bohumil Hrabal. Su obra ha sido traducida también al alemán, holandés, francés, inglés, sueco, danés, hebreo, rumano, italiano y portugués. Murió en 2