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El 15 de febrero de 1113, el Papa Pascual II acogía bajo la protección de la Iglesia a una Orden dedicada al cuidado de los enfermos que hacían el camino a los Santos Lugares. Nacían así en Jerusalén, de forma oficial, los Hospitalarios, como una institución religiosa que seguía las normas de los monjes benedictinos. Los avatares de los reinos cruzados y la necesidad de defenderlos llevaría a los hermanos a cumplir un cuarto voto que se unió a los de castidad, pobreza y obediencia: el ejercicio de las armas. Determinaría para siempre el carácter militar y religioso de la Orden que le acompañaría hasta que los cristianos tuvieron que abandonar los Santos Lugares. Pese a sus orígenes, las actividades en la historia de la Orden estuvieron desde entonces vinculadas de forma permanente al mar y a la guerra naval. Una consecuencia de los avatares políticos y no de su originaria vocación. El mar la llevaría a relacionarse aún más con las potencias que dominaban el Mediterráneo y, por supuesto, con España. Lazos que se reforzarían a partir de la donación a la Orden del archipiélago de Malta por Carlos V en 1530, que daría lugar a dos siglos de lucha común contra turcos y berberiscos. Asi, hasta que Napoleón expulsó a los caballeros de sus dominios y estos se vieron obligados a buscar de nuevo en Oriente -aunque esta vez en Rusia-, nuevos horizontes.