La fe es una virtud espiritual, no pertenece al plano humano. Procede de Dios, es el Creador quien la otorga al hombre. El hombre no puede generar fe por sí mismo, el hombre que opera en fe, o que asegura tenerla, es porque la ha recibido de Dios quien la depositó en su interior.
Los conceptos populares difundidos por los medios religiosos califican la fe como una consecuencia natural de la convicción humana, producto de su conciencia ante la realidad divina; sin embargo las Escrituras claramente estipulan que no es de todos la fe.
El apóstol Pablo es contundente indicando que en la vida en Cristo nada se obtiene por obra humana, para evitar que la gloria le sea quitada a Dios y sea desviada hacia el hombre. No importa lo que el hombre pueda hacer para producir fe, no puede actuar en ella sin la intervención divina.
Es importante entender el valor espiritual de la fe porque pese a nuestra devoción por Jesús, hemos actuado arrogantes creyendo y argumentando que el creer racional y lógico ha sido la base de la fe que sustentamos; y peor aún, hemos permitido que nuestras convicciones se fortalezcan de un humanismo filosófico más que de la dependencia sobrenatural del Dios Eterno, Todopoderoso.
La fe es única y exclusiva de una persona que ha establecido vínculo de comunión con Dios. Las Escrituras claramente establecen la necesidad de la comunión espiritual con Dios como la condición necesaria y absoluta para recibir fe.
El libro pretende constituirse en una guía de estudio para conocer cómo caminar en la fe de Jesús.
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