Tal vez la verdad no sea más que una cierta manera de sostener la mirada y de iluminarla por dentro. Encontrar la
blancura que baña, que impregna, que irradia sobre lo que es esencial. Bajo este resplandor lo accesorio se evade, quedan las formas puras, la sustancia, el destilado que concentra la palabra sutil y su verdad, el símbolo y sus múltiples
rostros. La poesía de Michela Zanarella es un viaje a un universo de materia atravesada por la luz. Esta luz es en sí
misma el tema, la metáfora y la causa final del libro.
Ya desde su título evocan la desnudez, la depuración, los paisajes cegadores de De Chirico en los que ningún elemento es accesorio, todo tiene sentido, todo responde a una búsqueda hacia una mayor claridad, hacia un mayor conocimiento
de sí misma. En esta búsqueda del ser, la luz es una experiencia total, resplandeciente, el atisbo de lo que hay más
allá el alma anhela ser arrebatada por lo absoluto de ese fulgor, consumarse y consumirse en
el hambriento de nuestra
luz.