Tres consideraciones han influido en la selección de este tema. En primer lugar, el deseo de preservar el equilibrio de la Verdad. Para ello es deseable que haya una alternancia y un énfasis proporcionado entre los lados objetivo y subjetivo de la Verdad. Después de haber completado nuestra exposición de la doctrina de la Justificación, seguimos la misma con una serie sobre la doctrina de la Santificación: la primera trata enteramente de la justicia que Cristo ha forjado o procurado para Su pueblo, siendo algo totalmente fuera de ellos mismos e independiente de sus propios esfuerzos; mientras que la segunda habla no sólo de la perfecta pureza que el creyente tiene en Cristo, sino también de la santidad que el Espíritu comunica realmente al alma y que influye en su conducta. A continuación, retomamos la doctrina de la predestinación, que tiene que ver enteramente con la soberanía de Dios, y, por lo tanto, la seguimos con una serie de la Impotencia del hombre y la Perseverancia del Santo, donde el énfasis principal estaba en la responsabilidad humana. Será bueno que ahora volvamos a centrar nuestra atención en las operaciones divinas y en el maravilloso
En segundo lugar, debido a la necesidad sentida de volver a presentar de manera conspicua ante nuestros lectores "la cruz de nuestro Señor Jesucristo". Es Su obra de sacrificio la que es prominente, sí, dominante en la reconciliación de Dios con Su pueblo. Fue por el derramamiento de la preciosa sangre de Cristo que Dios fue aplacado y su ira evitada. Fue por el castigo de Cristo que se hizo la paz para nosotros. Y es por la predicación de la cruz que nuestra terrible enemistad contra Dios es asesinada y que somos movidos a abandonar nuestra vil guerra contra Él. Como ya han pasado más de doce años desde que completamos la larga serie de artículos que escribimos sobre la expiación, bajo el título "La satisfacción de Cristo", parece que ya es hora de que volvamos a contemplar la mayor maravilla y milagro de toda la historia, es decir, el Cordero de Dios siendo sacrificado para la redención de los pecadores. La doctrina de la reconciliación tiene mucho que ver con lo que ocurrió en el Calvario, sí, aparte de eso, ninguna reconciliación con Dios había sido posible. Por lo tanto, es un tema que debería calentar los corazones de los santos y postrarlos en adoración
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