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En La escuela del virtuoso, título tomado de los estudios para piano del compositor y pedagogo Carl Czerny, Gert Jonke juega con brío y agilidad con las disonancias y con el tempo: allegro vivace: el humor; pianissimo: la nostalgia; furioso: la sátira, para componer una sonata en dos tiempos donde la ficción y la realidad se enfrentan y se superponen. En el primer tiempo, "La presencia de la memoria", un compositor con problemas de inspiración participa en la fantasía de sus dos amigos, el fotógrafo Anton Diabelli y su hermana, que han decidido repetir exactamente una fiesta celebrada el año anterior. El nombre del amigo, homónimo del célebre compositor del vals sobre el que Beethoven escribió sus 33 Variaciones Diabelli, parece anticipar que alguna variación se interpondrá en su proyecto. Los invitados, caricaturas hilarantes de la burguesía austríaca, serán incapaces de impedir la irrupción de una música inaccesible que pondrá en peligro su frágil existencia y abocará al narrador al recuerdo de un amor perdido. En el segundo movimiento "Gradus ad Parnassum", título que remite a los ejercicios para piano del músico Muzio Clementi, el mismo compositor acude con su hermano al conservatorio donde estudiaron, para visitar a su antiguo profesor. Perdidos por el laberíntico edificio, los hermanos irán a parar al desván, una metáfora del cerebro del narrador, donde descansan unos pianos nuevos pero abandonados que serán testigo de las disparatadas dificultades con las que se enfrentarán los personajes. Verdadero artista del lenguaje, la obra de Gert Jonke sobrevivirá a las modas efímeras y ya ocupa un lugar privilegiado en la literatura europea del siglo XX.