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En los últimos años un nuevo término ha invadido la manera que tenemos de explicarnos: el de lo tóxico. Lo encontramos en todas partes. ¿Una relación amorosa que consume el tiempo y la energía de las partes? Tóxica. ¿Un jefe que no valora el trabajo hecho? Tóxico. La facilidad con la que recurrimos a esta palabra para definir aspectos de nuestra vida en común esconde el sufrimiento del sujeto afectado que es incapaz de reconocerse a sí mismo. El toxikon, veneno en el que los bárbaros impregnaban las flechas, ha trascendido el campo de la química para abarcar la esfera de las relaciones interpersonales. ¿Cómo aproximarse a esta nueva sustancia que se desliza entre nuestras relaciones y que expresa nuestra angustia y vulnerabilidad?Clotilde Leguil vuelve a iluminar las fronteras que nos separan del otro y que permiten, con frecuencia, que nos afectemos física y psíquicamente. Para ello, sigue los rastros de lo tóxico más allá de la filosofía: en las novelas de Musil y Flaubert, en los tratados de Sade. Como si de un espejo se tratara, este libro nos pone ante la dimensión tóxica del sujeto contemporáneo que, al apostar por el goce, ha olvidado el deseo.