Un roce de las manos, una leve caricia con los dedos.
Según el fresco de Miguel Ángel, así comenzó la humanidad. Julia se queda prendada en clase de arte de la idea del roce de unas manos, una manzana prohibida, y las maravillas que el pecado puede crear. Lo tomará como inspiración para su obra... y también para su vida.
Pese a saber que las miradas furtivas que se cruza con el conserje de ojos océano son tan solo coincidencias, porque nadie se fijaría en ella, su mente no puede parar de volar e imaginar cómo sería besarlo. Cómo sería reírse con él mientras pasean de la mano. Cómo sería inspirarse en Bruno para su próxima obra.
Cómo sería pintar una historia de amor sobre su piel.
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