¿La indedpendencia de Puerto Rico?
Preso de fatal quebranto cerebral, es que únicamente se me ocurriría pensar en semejante dislate. Nunca, ni aún en tiempo de los españoles, se me ocurrió pensar en que este país pudiera ser independiente, por más que la intransigencia y la suspicacia, pusieran en duda mi buena fe y me colgaran éste sambenito, que no pocos disgustos y muchos perjuicios me proporcionaron.
Es no pensar cuerdamente, ni hacer un minucioso y detenido estudio de las condiciones especiales de este país, para abrigar la idea de que llegue a ser nación independiente, mientras no bajen a la tierra y se queden por el mundo, los ángeles y serafines que habitan en la mansión celestial.
Ni aún en los pueblos verdaderamente cultos, que por desgracia el nuestro no es todo lo que debiera, pueden sostenerse más que en el nombre las pequeñas nacionalidades, tales como las repúblicas de Andorra y San Marino, el principado de Mónaco y los pequeños Estados de Oriente, objeto de tantos trastornos por causa de la codicia y ambición de los pueblos de Europa, que se los quisieron repartir, y ya lo hubieran hecho, si no fueran tantos los interesados.
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