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Desde la bulliciosa Amán hasta los arrecifes de coral del mar Rojo, el Reino Hachemita ofrece a los aventureros la imagen de un Oriente de ensueño. Jordania concentra, en un área relativamente pequeña, imágenes tan variadas como el exuberante valle del Jordán o los hechizantes y rocosos desiertos de su interior. Puntuado por las emotivas llamadas a la oración del muecín y el eterno ritual beduino del té, el viaje nos transporta a través de sus tesoros arqueológicos y sus bellezas naturales, inmersos en la atmósfera vaporosa de un narguile. Tras impregnarnos de los aromas del souk (zoco) de Amán y del espectáculo de su ciudadela encendida por el atardecer, nos detendremos en el corazón de la antigua ciudad de Gerasa, antes de partir a la conquista de los castillos del desierto construidos por los califas omeyas de Damasco. Al oeste, la bíblica Betania le invita a conocer una de las cunas del cristianismo. Después podrá detenerse en el mar Muerto para descubrir la sensación de flotar en sus aguas saladas, antes de dirigirse a la increíble Carretera del Rey, la que recorrió Moisés tras cruzar el Sinaí. El cañón más profundo del país, Wadi Mujib, vertiginoso e inolvidable, es otro de los hitos de este largo recorrido, en el que no puede faltar, por su puesto, la imagen más reconocible del reino, la ciudad nabatea de Petra, el misterioso tesoro de Oriente Próximo. Después, lamagia continúa en el fascinante desierto de Wadi Rum, cubierto de dunas de colores irreales?La deliciosa cocina jordana, muy especiada, recibe influencias libanesas, egipcias, turcas e iraquíes, lo que nos recuerda que el país, en un contexto geopolítico tumultuoso, sigue siendo una tierra profundamente hospitalaria.