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Está separado de su mujer. Tiene un hijo al que hace años que no trata. Algo que heredar, o de lo que ser desheredado. Unos bienes, espirituales y materiales, unos ahorrillos, fruto de su propio esfuerzo. Y un trabajo, no el que siempre hubiera deseado, pero un trabajo. Imaginemos ahora que ese hijo que casi es sólo un recuerdo decide volver, se le mete en casa. ¿A usted le preocuparía? Precisamente en este momento en que... ¿Medrará el chico? ¿Estará bien? ¿Tendrá buenos amigos? ¡Por el amor de Dios, que no se drogue! Pero imaginemos que poco a poco se va usted hundiendo. Que se queda sin habla. Se está ahogando en un vaso de agua, le dirán. De acuerdo. Pero usted..., usted, en el fondo del vaso, ¿qué dice? Intrusos y huéspedes es un libro experimental, aunque en absoluto utópico. Escandaloso y familiar a la vez, habla de una crisis, y sobre todo de sus resultados, urdiendo un explosivo balance entre la desesperación y la felicidad que desafía las expectativas del lector, la tradición del narrador deprimido del siglo XX y cualquier idea cómoda en torno al «individuo equilibrado».