Hijo de un ladrón y de una bruja. Pablos, el Buscón, entra al servicio de un joven rico, vive en Alcalá, en la corte y acaba viajando a América. Aunque su argumento no deja de ser muy similar al de otras obras del género. El Buscón no es una novela picaresca al uso. La maestría de su escritura, la vivacidad y sarcasmo en la descripción de personajes y situaciones, la inteligente crueldad de sus anécdotas, hacen de ella, una obra que rebasa los límites de su género, una novela picaresca que da una vuelta de tuerca al arquetipo. No pretende Quevedo destacar que ciertas acciones son éticamente condenables y que traen como consecuencia el castigo sino, en primer lugar, reír y hacer reír con ellas. Aparecen muchas malas acciones que quedan sin castigo. No hay digresiones moralizadoras, salvo la moraleja final: «nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres».
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