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Francisco Umbral, que ha trabajado largamente en la memoria lírica ("a imaginación es la forma lírica de la memoria", dice), viene haciendo la lectura de su propia vida mediante el único procedimiento posible: escribirla. Esta transformación del tiempo en texto, del pasado en literatura ("el pasado es un presente a salvo" dice el autor asimismo), ha sido el hilo conductor de muchos de sus mejores libros, libros tan singulares como Memorias de un niño de derechas, Los males sagrados, Las ninfas (Premio Nadal 1975), Mortal y rosa. En esta misma trayectoria se inscribe con máxima brillantez El hijo de Greta Garbo, que es la historia/novela/poema de su propia madre, más el clima lírico y político de época que la envuelve. La República, el azañismo, la guerrra, la postguerra; todo pasa, desvaído e intenso, por los ojos pardos de una mujer de una mujer que fue adolescente en la década/Greta Garbo y que va quedando dibujada, a muchos años de distancia (murió muy joven), con esa prosa delgada, sugerente y sensible que caracteriza a Francisco Umbral. Tenemos así, un retrato de mujer que se va configurando en historia, hasta los matices femeninos más interiorizados de tiempo, gesto, amor y tristeza. El hiljo mira toda una vida a la madre y novela su biografía mediante el detalle y la prosa, hasta lograr el personaje literario perfecto y el libro exacto, preciso, musical y completo.