En las primeras décadas del siglo XXI, el Perú se transformó en un destino culinario internacional. Según sus promotores y portavoces, la "revolución gastronómica" hacía posible un momento de prosperidad, orgullo y éxito nacional, bienvenido después de veinte años de violencia política. Conectando a chefs, agencias estatales, capital global y productores campesinos, hasta hoy el boom gastronómico despliega afirmaciones poderosas: la comida une a los peruanos, disuelve los antagonismos raciales y alimenta el desarrollo nacional. Este libro evalúa críticamente estos argumentos y rastrea el surgimiento de la gastropolítica peruana, entendida como un conjunto de prácticas, discursos y estéticas que reinscriben los órdenes sociales dominantes. A través de análisis etnográfico y lecturas críticas de menús, festivales culinarios, producción de cuyes, campañas de marca nacional y otros elementos del complejo gastropolítico peruano, la autora explora las intersecciones de raza, especie, género y capital, para revelar los vínculos entre gastronomía y violencia.
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