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Desde la noche de los tiempos, el hombre ha buscado sin éxito un modelo de sociedad perfecto. Robert McCorman, un rico idealista, cree que ha llegado el momento y funda la colonia de New Fraternity en pleno corazón de los Estados Unidos. Pero corren malos tiempos para la utopía, ya que el país se desangra en la fratricida guerra de Secesión (1861-1865). Emilio, un niño salvaje recogido en el bosque y educado en la colonia, vivirá de primera mano los dramáticos acontecimientos, que tendrán su punto álgido con la aparición en el bosque de una asombrosa criatura. La realización a lo largo de tres años de Fraternity -que recoge los dos volúmenes publicados en Francia que componen la serie- no ha sido fácil, tal y como reconoce José Luis Munuera, una obra que el dibujante murciano ubica dentro del subgénero específico de "aventura ideológica" que han transitado con brillo Oesterheld, Muñoz y Sampayo, Pierre Christin o Felipe Hernández Cava. "El tebeo navega entre aguas muy diferentes, del fantástico a la utopía política, del discurso ético al drama, y estaba además el elemento romántico. Meter todo eso en un mismo saco y que se sostuviese con la necesaria unidad orgánica fue un quebradero de cabeza tremendo", asegura el dibujante de El juego de la luna. Juan Díaz Canales, inmerso en la búsqueda de un marco histórico convincente y a la vez atractivo para situar el guión que tratara preguntas sobre si es posible la convivencia en igualdad de condiciones, deberes y derechos o si es posible que el ser humano alcance un modelo social que garantice la igualdad, dio con la historia de "New Harmony", una comuna creada y financiada por el socialista utópico Robert Owen en 1825 en Indiana: "Nuestra New Fraternity es un trasunto un poco anacrónico de aquella experiencia y gran parte de los personajes de nuestra historia son reflejos más o menos deformados de algunos de los actores de aquella aventura utópica", confiesa el también guionista de Blacksad. Encontrar el registro gráfico adecuado fue efectivamente todo un reto, tanto por la dificultad que planteaba el jugoso guión del madrileño Díaz Canales con un tempo, que de lo contemplativo, de lo relajado, va acelerándose hasta el clímax final, como por la necesidad "de tratar de controlar -añade Munuera- mi tendencia al cartoon muy sobreactuado para que los personajes no chirriasen". El entendimiento, también creativo, entre guionista, dibujante y colorista -cuidado trabajo del baracaldés Sedyas-, y la pasión volcada por todos ellos para dar con el tono adecuado, se ven refrendados por la solidez del resultado. "Díaz Canales ha escrito una historia de ambientes opresivos no exenta de elementos poéticos. Munuera sobresale por su sentido del encuadre, una dinámica puesta en escena y un trazo maduro, realista. [...] El relato se consolida con los colores sombríos delicadamente utilizados por Sedyas". Actua BD