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Brigitte Reimann fue un talento natural que supo desplegarse muy joven en la atmósfera opresiva de la República Democrática Alemana. En sus obras fulgen de un modo particularmente estremecedor su sed de vida, su desbordante erotismo, su creciente lucidez y su implacable autocrítica. Vivió excesivamente y dejó un testimonio único de las esperanzas y desilusiones de una época irrecuperable. Decepcionada por la «nueva ciudad socialista» a la que acababa de mudarse, comenzó a interesarse por el urbanismo. Entra en escena entonces (la literatura llama a veces a la vida) el arquitecto de mayor renombre del país: Hermann Henselmann. Proteico, estelar y omnipresente, Henselmann había firmado ya varios de los edificios más señeros del nuevo Berlín Este (sobre todo en la Avenida Stalin, hoy Karl-Marx-Allee) y sumaría algunos más, entre los que destaca la icónica Torre de la televisión. Henselmann envía a Brigitte Reimann una carta admirativa y afectuosa; la escritora recoge el guante de inmediato y nace así una relación que durará hasta la muerte de la autora, consumida por el cáncer, a los treinta y nueve años. Una amistad apasionada durante la cual ambos tratan con una franqueza y una brillantez poco corrientes la evolución del país, su opresiva política cultural, los retos de la arquitectura y la literatura, y sus propios empeños íntimos. La mutua complicidad dejó su sello en la novela póstuma de Reimann, Franziska Linkerhand, y un fruto literario más inmediato: la fulgurante correspondencia que presenta esta edición.