Ni en el desmantelamiento del Estado social ni en los esfuerzos por restaurarlo como monumento histórico se encontrará una salida a la crisis social y ecológica. Sí se dará con ella al repensar la arquitectura de aquel a la luz del mundo tal como es y como querríamos que fuera. Y, hoy como ayer, la piedra angular de esta arquitectura será el estatuto que se atribuya al trabajo. Ante la bancarrota moral, social, ecológica y financiera del neoliberalismo, el horizonte del trabajo en el siglo XXI es el de su emancipación del reinado exclusivo de la mercancía. Las formas de trabajo que resisten al Mercado Total, como la investigación, no son “fósiles” destinados a desaparecer, sino la simiente de un régimen de trabajo realmente humano que contemple su sentido y su contenido, es decir, la obra realizada.
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