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Alma y Boyd Mason son hermanos. Viven juntos desde que la mujer de éste murió. Alma es una maestra jubilada, no se ha casado nunca, ahora tiene una tienda de regalos que no consigue agotar sus energías. Su pueblo, Rainbow Center, es un típico pueblo del Medio Oeste norteamericano, con sus banderas ondeando, la corrección en las formas, los sobreentendidos y los malentendidos habituales en estas regiones. Cliff, el sobrino de Alma y Boyd, del que se ocupan desde que a los catorce años (ahora tiene aproximadamente dieciocho) quedó huérfano de padres, se ha alistado al ejército para participar en la guerra de Corea y cumplir con su deber patriótico. Un día llega un telegrama del gobierno: Cliff está desaparecido. Alma y Boyd no hablan al respecto. Alma no permite que nadie siquiera sugiera que Cliff está muerto. Una vecina menciona por encima que sería hermoso hacer una conmemoración del chico. Tras el enfado de la irascible Alma, empieza a considerar el asunto. Se compra un cuaderno y decide escribir una biografía de su sobrino. Para cuando regrese. Se da cuenta de que por sí misma no puede, o no sabe, escribir nada. Así que empieza a indagar, de esa forma indirecta y especulativa que uno espera de un pueblo de esas características. A amigas, a vecinos indeseables (borrachos y, horror, homosexuales), a la vieja monarca, que merece todos los respetos por su edad, por su rango honorífico dentro del pueblo, por su dinero y porque, a falta de sheriff para dirimir diferencias, está ella, encerrada en su inmenso jardín. Y empieza a descubrir que no conocía a su sobrino. Que era otra persona. Que ellos eran otros para él. Su vecino Baker, de comportamiento intolerable en la comunidad si no fuera por su rancio abolengo, está una noche tomándose una copa en el porche con su amigo Vernon, con el que vive en la antigua casa familiar, y con Faye, una amiga de Alma. Se revela que Vernon y Faye mantienen una relación sentimental, y se intuye que Baker y Vernon también. Alma, invitada a compartir un trago con ellos, se sorprende al descubrir que Vernon y Cliff, su sobrino, eran amigos. Las amigas se despiden. Baker amenaza a Vernon con echarle de casa. Llorando, Baker le pide disculpas y que no le deje solo, que él es lo único que tiene. Alma decide que tiene que hablar con Mannheim, profesor de la universidad que dio clases a Cliff y quien le dijo una vez que su sobrino era muy especial. Pero estas cosas hay que hacerlas con tacto, ya que el profesor fue acusado en su momento de mantener relaciones sexuales con sus alumnas y de escribir panfletos comunistas. Así que acude a la vieja monarca, quien le pide al profesor que le dé a Alma cualquier documento que conserve de Cliff. Ese podría ser un buen comienzo para unas memorias de las que no hay nada escrito. Vernon y Baker se van de vacaciones. Alma queda encargada del correo y de la casa. Una noche, se desata un incendio en el dormitorio de la planta superior, el que fue de la señora Baker, el mejor de la casa, que ahora ocupa Vernon. Como ellos están fuera, Alma y Boyd se encargan del asunto. Abren a machetazos el dormitorio principal, donde se originó el incendio. Cuando consiguen abrir la puerta, se encuentran con fotografías de Cliff casi a tamaño natural. A Boyd le da un infarto. Así que Alma cuida a Boyd. Este se va recuperando. Llega un segundo telegrama del gobierno: Cliff está muerto. Alma le oculta la noticia a Boyd, no quiere que empeore su salud. La conmemoración sigue sin escribirse. Se reúne con el joven Vernon, y le pide que le responda. Se reúne con la señora Barrington, la vieja monarca, y conversan despacio sobre algunas cosas. Especialmente de no conocer a la gente que creemos querer. Al final, Alma se sienta en la mecedora de su madre, al lado de su hermano, a quien ya le ha contado que Cliff, definitivamente, no volverá. Y Boyd le cuenta un pequeño secreto que también le había ocultado a Alma. Mecidos por la vejez, cae la noche sobre Rainbow Center. A Purdy hay que escucharlo. En esta novela no sucede nada estruendoso, no hay explosión final, no hay revelaciones inauditas que dejan sin aliento. Es melancólica, es subterránea. No necesita de adjetivos rimbombantes para describir una situación endogámica, claustrofóbica, marcada por las pautas sociales cuyo origen nadie recuerda pero todos obedecen.