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La historia de las naciones en el mundo contemporáneo comprende dinámicas de construcción nacional, a veces enfrentadas. Tal es el caso de Armenia y Turquía, donde los armenios alcanzaron una amplia presencia en el Imperio de los sultanes sin lograr nunca ser mayoría. Desde fines del XIX, la carga de violencia propia del dominio otomano se reforzó con un sentimiento supremacista, activado desde sectores militares y con apoyo popular de los creyentes frente a las minorías armenias y griegas. Al llegar la gran guerra, los Jóvenes Turcos convertirán el odio en un genocidio. Mustafá Kemal condenó muy pronto el «hecho vergonzoso», actitud seguida hasta hoy por grandes intelectuales turcos (Nazin Hikmet, Orhan Pamuk). El negacionismo permaneció como doctrina de Estado. La Armenia anatolia desapareció, sobreviviendo la caucásica, antes rusa. El sentimiento trágico de la vida armenia se prolongó al ser rechazada la incorporación democrática del enclave de Nagorno-Karabaj en 1991, a lo que siguieron las guerras de 1992 a 1994 y de 2020 que acabó en derrota. Entre tanto, la nación turca de vocación europea, obra de Atatürk, ha cedido paso al orto de un imperio inspirado en el otomano, bajo el mando de Tayyip Erdogan y sin reconciliación con Armenia. Un sueño que desde una dictadura islamista, es también amenaza para Europa.Antonio Elorza ha sido catedrático de Ciencia Política en la UCM. Enseñó también en la Sorbona, en la Escuela de Altos Estudios (París), en Turín, en CIDE (México), entre otros. A su labor de investigación se sumó en 1968 la colaboración en publicaciones antifranquistas (Triunfo, Cuadernos de Ruedo Ibérico, Cuadernos para el Diálogo). Tradujo El hombre unidimensional, de Marcuse. Leyó su tesis doctoral en 1970, La ideología liberal en la Ilustración española, a la que siguieron sucesivos trabajos de historia de las ideas (de Socialismo utópico español, Ideologías del nacionalismo vasco, a las más recientes: Utopías del 68, El círculo de la yihad global, Ilustración y liberalismo en España?). Militó contra el terrorismo de ETA, no olvidando denunciar a los GAL. Estuvo al lado de Violeta Friedman en la lucha de la superviviente de Auschwitz contra el negacionismo, origen de su interés por Raphael Lemkin, cuyos escritos publica en 2015 con el título de Genocidio. De ahí su preocupación por el olvido del genocidio armenio de 1915, paralela al seguimiento de los progresos y contradicciones de la modernización en Turquía.