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El Paraíso es una versión libre y personal de la historia de Adán y Eva en el Jardín del Edén relatada desde la perspectiva de Adán. La historia comienza donde acaba La Creación. Al principio, Adán y Eva se sienten felices. Nadan en la abundancia y la exuberancia. Se les ha confiado un jardín con cuatro ríos y un bosque y su única misión es limpiarlo y mantenerlo. El hombre, práctico y previsor, no duda en poner manos a la obra para evitar que el crecimiento descontrolado de la vegetación acabe invadiéndolo todo y termine por alterar el orden. La mujer le apoya y le ayuda. Todo es armonía y felicidad. Siempre es verano, el sol brilla en el cielo, no hay de qué preocuparse, al hombre y a la mujer no les falta de nada. La situación cambia cuando la mujer empieza a cansarse, a suspirar y a lamentarse. Pese a tenerlo todo, echa en falta algunas cosas. No se conforma con la supuesta perfección, aburrida e insulsa. Es partidaria de dejar crecer la vegetación. El hombre trata de quitarle esa idea de la cabeza, advirtiéndola de los peligros y riesgos: inseguridad, caos, malos olores, podredumbre, etcétera. Al ver a la mujer cada vez más triste y desganada, el hombre hace todo lo posible por animarla buscando desesperadamente la felicidad perdida. No logra su propósito y acaba cediendo a regañadientes. El hombre y la mujer dejan rienda suelta al bosque y se entregan al ocio, a pasear, a la pesca, a disfrutar. Poco después hacen su entrada la imperfección, la muerte, la ley del más fuerte, la lluvia, las catástrofes naturales, el hedor. Aun así la mujer reencuentra la felicidad al sentir, saborear y oler la vida y la muerte, la realidad diversa, con sus luces y sus sombras. Afirma que ahora tiene todo cuanto necesita. Y el hombre y la mujer terminan siendo tan felices como al principio o más. El autor se caracteriza por un estilo extraordinariamente cuidado y sensorial cuyo tono raya en lo poético y por momentos en lo surrealista o lo mágico. Crea un mundo cargado de emociones, pero lo hace de forma implícita, de tal modo que las sensaciones y los sentimientos se perciban entre líneas. Su excepcional poder de evocación hace que el lector vibre con los personajes y se sienta rodeado de la exuberante vegetación del paraíso. A ello se suman una extraordinaria humanidad y leves toques humorísticos e irónicos. Los dibujos reflejan a la perfección los sentimientos y estados de ánimo de los protagonistas. Desde el punto de vista temático, el libro se presenta como un ejercicio de equilibrio entre la luz y la oscuridad, el sosiego y la proliferación, la felicidad y la insatisfacción. Como en el resto de la obra de Moeyaert, el amor desempeña un papel fundamental. En realidad estamos ante una reflexión sobre las relaciones entre el hombre y la mujer.