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¿Qué harías si una mañana estuvieses nadando solo en el océano y te encontrases con la cría de una ballena gris? Esto es lo que le sucedió a la nadadora de larga distancia y escritora Lynne Cox cuando tenía diecisiete años y nos lo cuenta en esta breve y encantadora historia en la que el vínculo que se establece entre ella y la cría le hace sentirse responsable de la pequeña ballena que necesita desesperadamente encontrar a su madre para no morir. Cox nos sumerge en el majestuoso y desconocido mundo del océano y a través de sus ojos descubrimos un universo de criaturas que jamás habíamos creído poder conocer tan de cerca. El relato es además una auténtica experiencia de esfuerzo y superación personal que convierte la lectura en un acto casi espiritual.
Era aún noche cerrada, y Lynne nadaba en mar abierto, entrenándose como cada madrugada, cuando notó una presencia extraña, temible, en las oscuras aguas del Pacífico. Al rato descubrió que no se trataba de un tiburón, como temía, sino de una cría de ballena con mirada penetrante, ganas de jugar, y cuya vida pendía de un hilo. Sin su madre, sin ser amamantado, el bebé moriría al cabo de pocas horas. Lynne buscó la ayuda de sus amigos: el viejo pescador del muelle, los patrulleros del guardacostas..., pero estaba sola en el océano, siguiendo un enorme y frágil animal que tan pronto se zambullía cien metros como se dirigía a la lejana plataforma petrolera, sumiéndola en el desconcierto, la angustia, la desesperación. Al nadar junto a él hasta dar con su madre, la joven estaba arriesgando su vida por salvar la del pobre ballenato. Cox ha convertido la aventura que corrió a los diecisiete años en un relato sorprendente y conmovedor. El hijo de la ballena gris es una narración perfecta, un clásico para los amantes de las buenas historias, un libro para personas de todas las edades que sólo requiere del lector deseos de vivir una experiencia sin igual.