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La disuasión se encuentra en el centro de la aspiración preventiva de la justicia penal. Las sanciones penales cumplen diversas funciones, pero están diseñadas principalmente para controlar el comportamiento de los delincuentes y los potenciales delincuentes a través de la expectativa de la imposición de consecuencias desagradables. Lamentablemente, salta a la vista el fracaso habitual de las políticas públicas orientadas a disuadir el delito, junto con las consecuencias devastadoras de este fracaso. El autor examina aproximaciones nuevas y creativas para asegurar que las amenazas disuasorias estén correctamente diseñadas para hacer su trabajo. Se basa en la literatura existente acerca de la disuasión para repensarla y expandirla en direcciones que, aunque intuitivas, no habían sido suficientemente exploradas. El resultado es una mirada novedosa, teóricamente sólida y empíricamente fundada sobre la cuestión. La escritura del libro fue inspirada, en parte, por el trabajo sobre el terreno del autor para reducir la violencia de las pandillas mediante la denominada operación Ceasefire, a la que se le atribuye «el Milagro de Boston». Esa experiencia, célebre por su éxito, se apartaba de la teoría y la práctica de la disuasión usuales, e incluso las contradecía. Kennedy sugiere que para mejorar la efectividad de la disuasión es necesario prestar atención a factores muy simples pero mayormente descuidados por la política criminal, y los analiza en detalle. Entre esos factores se encuentran el conocimiento efectivo que los delincuentes y los potenciales delincuentes tienen sobre las sanciones que se les pueden aplicar, el modo en el que las autoridades transmiten esa información, la importancia de las sanciones informales (por ejemplo, el reproche familiar y la presión de grupo), y la posibilidad y la conveniencia de disuadir a grupos en lugar de individuos, aun cuando se trate de asociaciones informales.