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El Diccionario crítico-burlesco (1811) de Bartolomé José Gallardo (Campanario 1776-Alcoy 1852) es una obra de singular importancia en la cultura literaria y política española del primer tercio del xix. Paradigma del relato anticlerical del liberalismo, y «eslabón singular de la tradición de pensamiento laico en la España contemporánea», continúa «la corriente crítica de la Ilustración europea, aunque con la originalidad que requería la situación revolucionaria». Escrito siendo Gallardo bibliotecario de las Cortes de Cádiz, el Diccionario catapulta a su autor al éxito y al escándalo como personaje caprichoso e iracundo, un estigma que lo perseguirá a lo largo de su injustamente denostada trayectoria intelectual, a caballo entre la Ilustración y el Romanticismo. La ruidosa polémica que acompañó su publicación ha dejado secuelas negativas para el conocimiento de la obra, olvidándose que su correcta valoración debía pasar por preguntarnos por el sentido último de este ensayo de Gallardo y desentrañar la intensa epidermis literaria y de erudición filológica que le sirve de sustento. Una obra de corte carnavalesco y paródico, contemporánea a la plástica más sugerente e irreverente de Francisco de Goya ?Caprichos y Desastres? con la que guarda algunas coincidencias nada ocasionales, que también hunde sus raíces en profundas convicciones filosóficas de ascendencias ilustradas: Bayle, Cabanis, Destutt de Tracy, la Enciclopedia, Voltaire. Todo ello en permanente diálogo con la tradición peninsular que representan Juan del Encina, Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Quevedo, Salinas, Antonio de Solís, Teresa de Jesús; también Clavijo y Fajardo, Estala, Feijoo, Nicolás Fernández de Moratín, Hervás, Iriarte, el padre Isla, Torres Villarroel; sin olvidar a sus contemporáneos Arriaza y Capmany. Entre otros, su legado se dejará sentir en el Duende satírico del día de Larra, el Diablo Mundo de Espronceda o en la España Negra que construyera una parte de la mejor intelectualidad finisecular.