De modo que, por un lado, está la vida que transcurre con un comienzo y un fin, como para cualquier ser vivo, y, por otro lado, la vida que forma la singularidad humana porque se compone de hechos narrables. Podríamos hablar entonces de vida biológica y de vida biográfica. La esperanza de vida mide la extensión de la primera. La historia de vida relata la riqueza de la segunda. La desigualdad de las vidas solo puede percibirse en el reconocimiento de las dos. Debe diferenciarlas y conectarlas a la vez. Diferenciarlas, porque la paradoja de las mujeres francesas deja en evidencia que una vida larga no alcanza para garantizar una vida buena. Conectarlas, porque la experiencia de los hombres afroamericanos recuerda que una vida desvalorizada termina por producir una vida arruinada. [...] Así se plantea también la cuestión de los refugiados y de los migrantes.
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