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Un joven sin historia ni pasión precisa -excepto el amor por el jazz- se encuentra sumergido en una aventura cuyas causas y reglas se le escapan, una historia de detectives raídos y torpes, una secta religiosa preocupantemente flipada, estafadores tan retorcidos que son incapaces de distinguir entre la verdad y las ilusiones que se fabrican, un loro muy, pero que muy instruido, una hermosa extranjera que se esfuma apenas entrevista, peleas, tiroteos, persecuciones, puertas falsas y pasajes secretos, asesinos impávidos... Toda la panoplia de la novela negra pero tratada con gran inteligencia, libertad, desenvoltura y sentido del humor en un libro desconcertante en el que no obstante se adivina de inmediato que lo esencial es la literatura. Tal como el autor precisaba en una entrevista, «Cherokee es una novela de aventuras... e incluso de amor. No me gusta que se la catalogue como novela policíaca, aunque haya armas, persecuciones, indagaciones. Pertenece a un ámbito más amplio. El eje es alguien que busca a una mujer. El hecho de que él mismo sea perseguido por diferentes categorías socioprofesionales (risas) constituye un movimiento de doble persecución». «Un libro que se lee como si se escuchara free jazz, como si se participara en un juego de niños: indios en pie de guerra. O quizá también como un tratado de moral cuyo valor supremo sería el humor. El humor, decía Queneau, es una tentativa de desinfectar los buenos sentimientos de su imbecilidad» (Pierre Lepape, Les Nouvelles Littéraires). «Seres y cosas son vistas dans tous leurs états, como dijo Ponge. Esta es la causa de que Cherokee sea un paraíso para las metáforas, el lugar (pero no el laboratorio) de una escritura activa, inventiva, de una rara precisión y de una gran felicidad» (Georges Anex, Journal de Genève). «Hay que confesarlo enseguida: no se puede explicar Cherokee. La única y principal realidad de esta novela reside en su lenguaje. Un lenguaje que consigue el prodigio inverso, engendrar su propio universo» (Jean-Pierre Salgas, La Quinzaine Littéraire). «Se lee como un polar algo pervertido, revisitado por Queneau. Como Queneau, Echenoz tiene el gusto por la payasada, por los personajes algo extravagantes, por las atmósferas irreales que se transfiguran en el realismo más exacto, y también el sentido del diálogo. Pero detengo ahí la comparación: Echenoz es Echenoz... Leed este libro astuto, soñador y lleno de humor. Para vuestro placer» (Michel Nuridsany, Le Figaro). «Cherokee es también el nombre del tema de Miles Davis que hace cuarenta años marcó el nacimiento del jazz contemporáneo: más precisamente, el día en el que a la trama orquestal ceñida, dirigida hacia una única figuración, iba a suceder el desgarrón del tejido, la multiplicación del tiempo y del espacio, y sobre todo el blues inconciliable del azar y de la necesidad, materia misma de este libro» (La Nouvelle Revue française).