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Título: CAPITAL DE PROVINCIAS DEL DOLOR Resumen: "¿Cuánto duró el asedio de Deeneim? ¿Cuántos días se prolongó? ¿Semanas, meses? ¿Años? En su transcurso, en su lento e interminable transcurso se sucedieron las estaciones, brotaron y se agotaron cosechas, nacieron niños, se acordaron matrimonios, cayeron desde el tejado hasta el cimiento los palacios y se alzaron de la nada nuevos muros. Durante el asedio, durante el tiempo inacabable del asedio aventuraron teorías los doctores y los alquimistas, se afinaron cosmogonías, sutilizáronse hasta volverse invisibles los argumentos teológicos, surgieron movimientos pictoricos, cayeron en desuso metros liricos, alumbraron ismos, subieron y bajaron los precios del grano, la sémola y la esencia de trementina. Durante el asedio, durante el interminable asedio de Deeneim, en fin, murieron los hombres. Murieron de hambre, de sed, demacrados, disminuídos, reducidos a una máscara de si mismos, agotados. Murieron entre convulsiones, devorados por el morbo asesino, la epidemia que, cual manifestación espiritual de la derrota y la descomposición humanas, como una emanación lenta e invisible del mal, reptó desde los pozos contaminados y de los alimentos rancios acumulados en las bodegas hasta los cuerpos debilitados de sus víctimas. Murieron, en fin, golpeados, desmembrados, desmediados, desollados, crucificados, asaetados, atravesados por el hierro enemigo o, lo que es peor, por las armas amigas empuñadas por ladrones o criminales, por los fanáticos de la hora. Murieron, simplemente. Murieron todos: los hombres y mujeres de Deeneim, los refugiados venidos de la llanura, los orientales sometidos por el yugo tártaro, y hasta los propios sicarios del Lobo Pálido, consumidos por el fuego que imprudentemente avivaron." Nos encontramos al final del camino. Deeneim, la ciudad tres veces Santa, el solar derruído donde los ecos de antiguas glorias imperiales resuenan apagados entre el siseo de las vívoras que se aguijonean en medio de la debacle general, vive la última semana de su historia, su semana más larga. A lo largo de estos sietye días, bajo la mirada ominosa, desinteresada y elíptica de los planetas tutelares en sus órbitas lejanas, la marca negra del Tártaro subirá de nivel peldaño a peldaño hasta llegar a la última cima, donde los supervivientes del asedio se apiñan en el recinto del Templo a la espera de una improbable intervención divina. ¿Y el capitán Torrezno? ¿Podrá él solo, con la aayuda de Sansón y los pocos militares no lastrados por las intrigas o la ineptitud hacer frente a tamaña empresa? Un vacío de poder repentino le ha situado en el ojo del huracán, donde su natural calma -incluso pachorra- interior habrá de vérselas con la hambruna, la derrota militar y la epidemia. Mientras, en las salas lujosas y abandonadas del Palatino recién conquistado, y en vísperas de un asalto final que fatalmente derivará en masacre, el Shogun del Gran Khan, el misterioso Shogun Takeda Hideyoshi Poliorcetes ha de enfrentarse a oscuras revelaciones de su siervo y confidente, el escriba y monje de la gnosi Tsen Sei. Pese a todo, los sótanos del Templo esconden aún más secretos. Santiago Valenzuela.