Los Cantos del Final del Camino es una refundición de los Cantos Perdidos de anteriores ediciones, aunque con cambios sustanciales. Puesto que muchos de los antiguos Cantos Perdidos han quedado eliminados, mientras que otros han sido remozados y se han añadido al conjunto algunos nuevos.
Aparece este libro en un momento en que el arte en todas sus ramas se encuentra en franca decadencia, que es lo que suele suceder en las épocas de crisis. La Poesía es precisamente en la actualidad una de las Artes más cultivadas, hasta el punto de que el número de los llamados poetas contemporáneos son legión. Por lamentable que parezca, es preciso reconocer que la Poesía digna de tal nombre es algo hoy difícil de encontrar.
El libro no pretende venir a llenar un hueco, por la sencilla razón de que el autor no mira su contenido sino como la mera expresión de unos sentimientos de amor a Jesucristo, los cuales él hubiera deseado que fueran más elevados e intensos, pero de los que con esa honestamente que al menos están cargados de sinceridad.
El hecho de que hayan sido redactados en forma versicada, sin pretensión alguna, tal vez pueda servir de provecho a algunos y seguramente de agrado a otros, con lo que el autor se consideraría satisfecho con el fruto de su trabajo y agradecido a quienes lo consideren de alguna manera. La obra fue en realidad un mero intento de reflejar de algún modo, a través de la belleza de las criaturas, la grandiosidad de la Belleza Divina. Ante cuya bondadosa intención, el hecho de que lo haya conseguido o no, resulta indiferente.
Algo que dice en favor del librito --que en este punto no deja de parecer un modesto desafío-- es el hecho de que pretende hablar del amor en un momento en el que, no solamente el hombre de hoy (con la Iglesia incluida) ha dejado de creer en él, sino que muy de acuerdo con la opción hecha por la mentira en la que se ha embarcado, ha sustituido tan sublime concepto por verdaderos engendros y aberraciones a los que, en forma casi blasfema, atribuye el nombre de amor. Y es que el hombre, que fue creado para amar, cuando voluntariamente se aparta de la Fuente de todo Amor, no puede hacer sino tratar de sustituirlo por sucedáneos, los cuales empiezan siendo meras caricaturas y luego acaban descubriéndose como verdaderas monstruosidades.
Esta breve colección de versos toma su nombre por la circunstancia de que fueron coleccionados después de un largo periplo y cuando ya se vislumbra el final del Camino. Lo que les proporciona la ventaja de que pueden mirar hacia atrás y juzgar con perspectiva. Pues el mirar hacia adelante es para soñadores que se ilusionan con proyectos de futuro aún no realizados, mientras que el mirar hacia atrás es propio de quien, después de un largo tiempo de haber experimentado y examinado con cuidado las cosas, está en disposición de juzgarlas y obtener de ellas lecciones de sabiduría; como sucede con la Historia, que por eso se dice de ella que es Maestra de la Vida. Y es también lo propio del caminante que, cansado y agobiado, se detiene por un instante al borde de un camino para tomar un descanso y detener el paso algunos momentos, mientras se hace con unas bocanadas de aire puro, escucha el trinar de los pájaros y aspira el aroma de las flores de una cercana rosaleda. Cosa que viene a hacer precisamente cuando se aproxima el final de su viaje,
allí donde se acaba la vereda
y el duro trajinar atrás se queda.
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